EL TAXISTA ME ABRIÓ LAS N4L... - Súper Relatos de Infidelidad


 Siempre he sido una mujer cautelosa, pero esa noche el aire estaba cargado de algo diferente, algo emocionante que me invitaba a romper las reglas. La ciudad brillaba con luces que reflejaban mis ganas de aventura. Llevaba un vestido negro que abrazaba mis curvas de manera perfecta, su tela suave deslizándose sobre mi piel. Mis tacones me hacían sentir más alta, más segura, como si pudiera conquistar el mundo.

Había estado esperando esta noche, una oportunidad para escapar de la rutina, y finalmente llegó. Cuando el cielo se oscureció y las nubes comenzaron a amenazar con romper a llover, decidí que no podía dejar que el miedo me detuviera. Con un par de copas en mi cuerpo, levanté la mano y un taxi se detuvo frente a mí.

Al abrir la puerta, el conductor me recibió con una sonrisa que iluminó su rostro. Era un hombre atractivo, con ojos oscuros que parecían guardar secretos y una barba bien cuidada que le daba un aire de misterio.
—Buenas noches —dijo, con una voz profunda y resonante.
—Buenas —respondí, sintiendo cómo la electricidad en el aire comenzaba a crecer entre nosotros.

Le di la dirección y me acomodé en el asiento, sintiendo cómo su mirada se deslizaba por mi figura mientras arrancaba. La conversación fluyó de forma natural y, antes de darme cuenta, estábamos hablando de todo y de nada a la vez. Hablamos de la lluvia, de las locuras de la vida nocturna, de sueños perdidos y aspiraciones. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban a través del espejo retrovisor, sentía que la tensión aumentaba, un lazo invisible que nos unía.

El taxi avanzaba lentamente y el ambiente se tornaba cada vez más íntimo. Me incliné hacia adelante, sintiéndome impulsada a entablar una conversación más personal. No sé si fue la bebida, la atmósfera o simplemente el magnetismo que había entre nosotros, pero sabía que necesitaba más.
—¿Te importa si cambiamos de ruta un poco? —pregunté, sintiendo una chispa de audacia.

Él me miró con sorpresa, pero su expresión pronto se transformó en una sonrisa.
—Claro, ¿a dónde quieres ir? —preguntó con un tono que insinuaba que estaba dispuesto a seguirme en esta aventura.

Sin pensarlo dos veces, le pedí que me llevara a un lugar más alejado, un parque donde las luces eran tenues y la atmósfera más privada. Una vez que llegamos, detuvo el taxi en un rincón tranquilo, rodeado de árboles y sombras. La lluvia comenzaba a caer suavemente, y el sonido del agua sobre el techo del vehículo creaba un telón de fondo perfecto para lo que estaba a punto de suceder.

Me incliné hacia adelante, sintiendo que la distancia entre nosotros se evaporaba. Sus ojos oscuros me miraban con una intensidad que me hizo sentir como si el mundo exterior hubiera desaparecido.
—No sé si esto es una buena idea —dijo, pero su voz tenía un matiz de deseo.

Sin pensarlo, tomé su mano, sintiendo la calidez de su piel contra la mía. Era como si el tiempo se detuviera y el resto del mundo se desvaneciera. La conexión entre nosotros era innegable.
—A veces, las mejores decisiones son las que tomamos en un impulso —le susurré, sintiendo cómo el nerviosismo se convertía en emoción.

Nos miramos por un momento y, luego, sin más palabras, nuestros labios se encontraron. Fue un roce suave al principio, pero pronto se transformó en un beso ardiente y lleno de deseo. Sentí su mano en mi espalda, atrayéndome, y cada caricia, cada roce de sus labios, encendía un fuego en mi interior.

El taxi se convirtió en nuestro refugio, un espacio donde la normalidad se desvaneció y nuestras pasiones se encontraron. Mis manos se deslizaron por su pecho, sintiendo los músculos tensos bajo su camisa. Su respuesta fue inmediata, apretando mi cintura y acercándome aún más, como si el espacio entre nosotros no fuera suficiente.
—Esto es increíble —murmuré, sintiendo cómo la adrenalina recorría mi cuerpo.

Pasamos lo que pareció una eternidad en ese momento, dejándonos llevar por la atracción y la emoción de lo prohibido. La lluvia caía con más fuerza, pero, en nuestro pequeño mundo, todo era cálido y lleno de deseo. Sus manos comenzaron a explorar mi cuerpo, recorriendo mis curvas con una mezcla de ternura y urgencia. Cada roce me hacía sentir viva, como si finalmente hubiera dejado de lado todas mis inhibiciones.

Nos perdimos el uno en el otro. En cada beso, en cada caricia, descubrí un nuevo nivel de intimidad que nunca antes había experimentado. La combinación de la tensión acumulada y la pasión que nos envolvía era electrizante. Mientras sus labios se deslizaban por mi cuello, no pude evitar gemir, sintiendo cómo su aliento cálido me envolvía.
—¿Estás segura? —preguntó, su voz ronca y llena de deseo.
—Nunca he estado más segura de nada —respondí, sintiendo la certeza de que este momento era exactamente lo que necesitaba.

Finalmente, llegamos al clímax. Nos abrazamos, riendo entre susurros, disfrutando de la complicidad que había crecido entre nosotros. La realidad comenzó a regresar lentamente, y la idea de separarnos me llenó de una mezcla de emoción y nerviosismo.

Él me llevó a casa y, aunque el viaje fue corto, sentí que mi vida había cambiado para siempre. Me despedí de él con un guiño y una sonrisa cómplice, sabiendo que ese momento sería un secreto que nadie más debía conocer.

A medida que cerraba la puerta detrás de mí, el recuerdo de su toque y su beso aún ardían en mi piel. La aventura había sido efímera, pero la intensidad de lo que habíamos compartido dejó una huella imborrable en mí.

Esa noche no solo exploré la ciudad, sino que también descubrí una parte de mí misma que había estado dormida. Me senté en mi cama, el corazón latiendo con fuerza y una sonrisa tonta en mis labios. Era como si el deseo aún palpitara en el aire, como si el eco de su risa todavía resonara en mi mente.

Nunca imaginé que una simple carrera en taxi pudiera llevarme a una experiencia tan electrizante. Mientras me acomodaba en la cama, supe que esta aventura era solo el comienzo de algo que me haría sentir viva. El futuro prometía más sorpresas.

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